La tortuga Lola

Cuento del libro:
El Árbol del Otoño de Dulcie. (Vestal Ediciones )
(Cuento para niños 1er ciclo EGB)






Dibujo: Lizzi Polten

           Una vez, la tortuga Lola encendió la radio mientras limpiaba su casita y escuchó al locutorque decía:
        -Esta emisora se necesita secretaria  joven y de buena presencia. Si te gusta estar entre micrófonos, música y locutores, vení urgente a la radio para que te tomen una prueba.



        "Esta es mi oportunidad" pensó la tortuguita que hacía mucho tiempo que buscaba hacer otra cosa que estar pasando el plumero o escuchar los ronquidos de don Tortugón.

        No dudó un instante. 
Buscó sus mejores pinturas, el bolsito que guardaba en el baúl y partió a casa de Don Carpincho.       
Cuando le explicó su idea, el viejo Incho -que era todo un artista, le dijo:

        -Manos a la obra tortuguita, vas a quedar más hermosa que la Mona Lisa.

        Don Carpincho, con una paciencia de elefante, comenzó a decorar el caparazón de Lola y el bolsito de mano, para que hicieran juego. Después de un buen rato, la tortuguita saludó a su amigo con enorme agradecimiento:



-Carpincho Incho ¡Sos un genio! ¡Graaaaacias! –le decía mientras no dejaba de mirarse en un espejo las florcitas y palomitas celestes que tenía pintadas.

       

Pasito a paso, llegó a la peluquería de Susi, la ardillita coqueta que nunca atendía a sus clientas porque se pasaba el día cepillando su hermosa cola. 
Pero con Lola era diferente. Como muy  eran requetecontramigas, Susi, llena de alegría al verla llegar a Lola,  se olvidó de su cepillo y corrió a saludar a la tortuguita.

Entre las dos eligieron una peluca rubia, llena de rulitos y con un moñito celeste. Lola se imaginaba que sería la secretaria más hermosa de las que se presentarían en la radio.

-¡Gracias Susi, te debo una! –aclaró Lola.

        Sonriendo como lo hacen las tortugas felices, Lola se fue de la peluquería, despacito y uno… y dos… y tres… y ahora falta lo mejor.



Andando y andando se encontró con Pupi, la lorita, en la puerta del nido. La saludó con grandes chillidos.

        -¿A dónde vas Lola?

        -A la radio. Me voy a ofrecer como secretaria  -contestó llena de entusiasmo.

        -¿Cómo vas a ir tan elegante y sin haberte maquillado? -preguntó la lorita.

        -Pero yo no uso maquillajes.



        Los argumentos no fueron suficientes. Se dejó convencer por la lorita, experta en maquillajes. Pupi  le explicó como debía combinar los colores y sin pensarlo dos veces le dijo:

-Llevate mi cosas ¿Sí? Practicá en tu casa y te aseguro que vas a quedar hecha una reina, más que una secretaria.

Mañana medevolvés los cosméticos ¿Sí?



        Contenta con la carga de belleza, llegó a su casita, donde don Tortugón la esperaba, por supuesto, durmiendo.

        Lola estaba ansiosa de contarle todo a su compañero, pero él roncaba y roncaba como un motor regulando.



Estaba realmente agotada, por eso, se acurrucó a su lado y escondió la cabecita en su caparazón, “para descansar un ratito, no más” ; pero se quedó profundamente dormida.

Tan recontradormidda estaba que no supo cuando el sol se  escondió y volvió a salir y se escondió y volvió a salir… muchas y muchas veces, hasta que algunos sueños de lechuga encrespada se enredaron en los rulitos de Lola y tiraron para afuera con tanta fuerza como para despertar a una tortuga… una tortuga con hambre.

        Tenía mensajes acumulados de la lorita que, bastante enojada, reclamaba la devolución de sus cosméticos.

        "¿Cuánto tiempo habrá pasado? ¿cuánto habré dormido?. Horas ... días... o tal vez más?" - se dijo preocupada la tortuguita.

        Apurada, como se apuran las tortugas, Lola revisó su estado, y partió para la radio, dejando como fondo musical los ronquidos de don Tortugón.



        Inútiles fueron sus esfuerzos; por más que quería apurarse, no lograba avanzar con la rapidez que el caso requería. Pero su suerte no estaba echada: en ese momento pasó un perro taxi que al verla tan ajetreada decidió llevarla gratis.

        Subió Lola en su espalda, ajustó unas correas para estar segura y en un periquete llegó a la puerta de la misma radio que funcionaba en el hueco de un paraíso.

        Allí encontró un cartel grande que decía: CERRADO POR VACACIONES










Si sos docente y  copias el cuento, acordate de decirle a tus alumnos 
que el texto es de la  autoría  de Susana Lobo (Río Ceballos) 
y que el dibujo lo realizó Lizzi Polten  (Unquillo).

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